EL ALMA EN PENA | YO FISCAL, GUATEMALA.
Todo comenzó en los años de 1,945 en la época que las personas
acostumbraban a levantarse muy temprano para ir a trabajar al campo, y se
cenaba muy temprano alrededor de las 16:00 a 17:00 horas para así tipo 18:00
horas encerrarse y conciliar el sagrado sueño.
En ése tiempo había una humilde familia que se conformaba de 4
personas, papá y mamá y dos hijos (una hembra y un varón), Papá tenía un
hermano que hacía poco había muerto de complicaciones del corazón y fue
enterrado en el cementerio local… realmente estaba muy triste por la pérdida
irreparable. Un día dispusieron ir a la
cama como todos los días, pero lo que ellos no sabían era que ese día “sería
para nada igual” …
-
Papá:
ha llegado la hora de descansar hijos míos y esposa, vamos a la cama que mañana
hay que levantarse muy temprano para ir a trabajar.
-
Hijos
y mamá: Está bien papá.
Todos se acomodaron en sus camas y papá como de costumbre apagó la
vela que alumbraba su dormitorio, pasaron alrededor de cinco horas y de pronto
se empezó a escuchar a los perros de los vecinos ladrar, pero no era cualquier
ladrido, se podía percibir como los animales tenían miedo, era algo realmente
tenebroso.
Gregorio era el nombre de aquel padre de familia que se despertó
por el excesivo ruido que provenía de afuera, éste hombre se levantó de la cama
y como todo padre con mucha valentía para defender a su familia de lo que
fuera, abrió la puerta y salió a ver qué era eso que incomodaba la paz de su
hogar.
De pronto el aullido de los perros se acercaba cada vez más hasta
el punto que los perros de casa empezaron a comportarse de una manera extraña,
uno de ellos se escondía detrás de la puerta de la casa con la cola entre las
patas y con una mirada de mucho miedo.
Este hombre al ver esta manifestación sintió como sus pies
empezaron a ponerse muy pesados, su espalda muy fría y sobre cara corría un
aire muy denso y frío que le hizo tener un miedo descomunal, Gregorio no era un
hombre que cualquier cosa lo asustara, pero en ésta ocasión fue algo muy
diferente, normalmente cuando una persona de esa época le sucedía algo
parecido, solían tomar su machete y le daban 3 mordidas seguidas a la hoja del
mismo para luego azotarse con él 3 veces más para que el cuerpo recobrara
fuerzas y no sentir más miedo, Gregorio hizo lo antes mencionado y sintió como
la sangre en su cuerpo tomó nuevamente calor y por lo tanto sintió mucho valor,
pero hasta este momento aún no sabía “el porqué de su miedo”, de pronto levantó
su cabeza y vio como en la media luz de la luna, se podía observar como un la silueta
de un hombre se venía acercando cada vez más, éste hombre con todo el valor que
ya tenía, se quedó parado sin miedo a nada a que aquello desconocido se
acercara a él.
Mientras la silueta se acercaba Gregorio no bajaba la mirada y
también se le hacía conocida esa persona que se acercaba, cuando de pronto éste
hombre agarró valor y le dijo:
-
Gregorio:
¿Quién sos y que querés?
Éste ser que se manifestó no le contestó de inmediato y únicamente
se escuchó cómo se quejó como si algo le hubiese dolido, pasado un tiempo más
le contestó:
¡Soy Carlos y ando buscándote desde hace mucho! - le contestó con
la voz entre cortada, en ese instante Gregorio sintió un poco de tranquilidad y
le preguntó:
-
Gregorio:
¿vos sos Carlos mi hermano? No puedo creerte.
-
Carlos:
Soy yo hermano, y tengo una pena que no me deja marcharme en paz.
-
Gregorio:
¿Bueno y decime cómo puedo ayudarte?
En la antigüedad se acostumbraba por alguna razón a colocarle un
“lazo” en la cintura a las personas fallecidas y éste era el caso de Carlos.
-
Carlos:
hace unos días fue mi entierro y no me colocaron mi lazo, anda a mi casa y
busca en un cajón y allí estará, también hay un dinero, tómalo y cuando ya lo
tengas, anda con Alfredo un amigo mío, y págale una deuda de 5 quetzales que
tengo con él.
-
Gregorio:
No tengas pena de eso hermano, que yo lo voy hacer por vos, ¿puedo ayudarte en
algo más?
-
Carlos:
No, solo eso es lo que me aqueja…
Terminando de decir estas palabras el alma de éste hombre se
empezó a alejar de Gregorio y el frío que invadía el lugar también empezó a
irse. Pasado esto Gregorio entró a su
casa de nuevo y su esposa lo salió a encontrar y le preguntó.
-
Esposa:
¿Con quién estabas hablando allá afuera?
-
Gregorio:
Con nadie, vamos a dormir… mañana te cuento, lo único que te digo es que mañana
tengo que salir temprano a donde mi cuñada a dejarle un recado.
Amaneció y aquel hombre que había tenido un encuentro paranormal,
salió muy temprano tal y como lo había dicho, llegó a la antigua casa de su
hermano, y le explicó a su cuñada lo sucedido y si podía llevarlo a donde le
había dicho su hermano, y eficazmente allí se encontraba todo lo que le había
dicho
Gregorio se dispuso a visitar el panteón de su hermano, tuvo la
necesidad de desenterrar el cuerpo de su hermano y cuando abrió el ataúd pudo
constatar que realmente no tenía puesto el famoso “lazo” que tanto incomodaba
el alma de Carlos.
Entonces aquel hombre se fue también con el amigo de su hermano al
cual le saldaba una cuenta, a lo que éste le dijo:
-
Alfredo:
No hay problema, tu hermano no tiene ninguna deuda conmigo, ya todo está
saldado, más bien usa ese dinero para celebrar una misa en su nombre para que
su alma descanse en paz por el resto de los tiempos.
Gregorio entonces le agradeció al hombre por tan noble acción y
así lo hizo.
Esa misma noche Gregorio siguió su rutina, pero con la corazonada
que tal vez habría algo pendiente lo cual incomodaría al alma de su hermano,
sin embargo, esa noche ya no hubo más manifestaciones de ningún tipo, entonces
comprendió que su hermano al fin pudo marcharse en paz.
Basado en hechos reales y en memoria de mi
bisabuelo
Gregorio Lucero – Jutiapa, Guatemala.
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