LA MUJER MISTERIOSA QUE SE CONVERTÍA EN CERDO | YO FISCAL




LA MUJER MISTERIOSA QUE SE CONVERTÍA EN CERDO | YO FISCAL GUATEMALA.


Todo comenzó en una pequeña aldea del departamento de Jutiapa llamado “El Ovejero”, un lugar muy tranquilo, caracterizado por sus cerros con vegetación abundante, sus ríos llenos de vida, lagunas con una belleza incomparable y sin mencionar la fauna en su hábitat.


Gregorio, un hombre dedicado a la siembra de granos básicos y hortalizas, caminaba diariamente largos caminos para asistir al lugar de trabajo, y en alguno de los casos, había veces que se le hacía muy tarde en la parcela por cuestiones de atender sus siembras.  Un día de muchos Gregorio caminaba de regreso a casa acompañado por su caballo, de pronto vio a lo lejos que una mujer de avanzada edad venía a su encuentro, cuando la mujer se acercó a él, lo miró y le dijo: 


- Anciana: Buenas noches Gregorio


- Gregorio: Buenas noches Doña Lencha, ¿a dónde va tan tarde?

Ella era una anciana que acostumbraba a caminar por allí todos los días, lo miro fijo a los ojos y le respondió:

- Anciana: Voy a dar una vuelta por allí, a ver si encuentro unos chiriviscos (ramas secas) para cocer unos frijoles.


- Gregorio: ¿Y no le da miedo ir demasiado tarde? Mejor vaya mañana, no vaya a ser que la asusten los espantos del monte.


Ella sonrió y le dijo:


- Anciana: Pues la necesidad a veces hace que salgamos, aunque tengamos miedo.


Él le contestó: 


- Gregorio: En eso tiene toda la razón.


- Anciana: ¿Y vos Gregorio, tenés miedo? 


- Gregorio: Pues… si tengo algo de miedo, pero como dijo usted, a veces la necesidad hace que tengamos valor.


Entonces exclamó la anciana: 

- Anciana: Bueno pues Gregorio, andá con cuidado, nos vemos otro día.


- Gregorio: Gracias Doña Lencha usted también tenga mucho cuidado.


Se despidieron y cada quién siguió su camino, el camino aún estaba lejos de la aldea, y para una anciana de la edad de Doña Lencha era muy extraño que anduviera por allí, en “búsqueda de ramas secas para cocinar”, Gregorio vio todo esto muy extraño.  El hombre caminó así por mucho tiempo, cuando de pronto, el caballo que llevaba con él se forcejeó, como si tuviese miedo, Gregorio lo miró y pudo ver en sus ojos como el miedo invadía al animal, echando para atrás las orejas y haciendo el ruido característico de los caballos, entonces éste hombre le dijo: 


- Gregorio: ¿Qué es lo que te pasa vos? ¿porque ya no querés caminar?


Mientras trataba de jalarlo y al mismo tiempo darle el valor que necesitaba.  De tanto tratar de hacerlo caminar pudo hacer que el animal se estabilizara un poco, y caminaron unos metros más, cuando de pronto se escuchó un ruido entre la vegetación, de inmediato volteó a ver y vio a un cerdo muy grande que salió corriendo a taparle el paso, éste animal era muy raro, en lo oscuro ya de la noche pudo ver que era un cerdo muy negro, con el pelo muy largo y maltratado, tenía unos dientes muy grandes parecidos a los de un jabalí, los ojos parecían brazas y su tamaño era como el de una toro, Gregorio al ver esto, preparó su machete para defenderse y el animal empezó a rechinar los dientes enfurecido, y en el momento menos esperado, el cerdo atacó al hombre intentando morderlo, pero Gregorio con una gran habilidad logró esquivar al animal, nuevamente el animal se dejó venir con una furia descomunal tratando de hacer daño, pero lo único que consiguió fue que éste hombre la golpeara con la hoja del machete, sin causarle ninguna herida, en el mismo instante Gregorio corrió hacia el animal tratando de herirlo, pero éste al ver la intención, dio media vuelta y salió corriendo por los montes, sin destino aparente.


Terminado este enfrentamiento, Gregorio pensó en lo raro que parecía ese animal, pues en ningún momento de su vida había visto algo así, pero esto no dejó que siguiera su camino hacia casa, caminó unos kilómetros más y llegó hasta donde había una poza de agua cristalina, él y el caballo bebieron agua fresca y también aprovechó para echarse un poco en la cara para quitar un poco el calor, sacó su pañuelo y secó su cara, levantó su  mirada y vio a lo lejos una sombra de una persona que venía nuevamente hacia él, solo que ésta vez conoció a esa persona y cuando estuvo cerca le dijo: 


- Gregorio: ¿Qué tal Doña Lencha, encontró sus chiriviscos para cocinar?

Ella le contestó: 


- Anciana: Fijate que ya no pude conseguir nada porque la noche no me dejó, pero ya veremos mañana. ¿y vos todavía venís por aquí? ¿pensé que ya estarías en tu casa?


Él con una voz sarcástica le contestó:


- Gregorio: Sí, todavía vengo por aquí, porque tuve un contratiempo por allá atrás, pero ya vamos avanzando un poco más.


- Anciana: ¿Así? ¿y qué fue lo que te pasó?


- Gregorio: Pues nada importante, pero si me atrasó un poco eso.


La anciana nuevamente lo miró fijamente a los ojos y le replicó: 


- Anciana: Ya me di cuenta que si tenés valor “Goyo”, vos decís que no, pero sí.


Entonces Gregorio entendió la referencia y muy sutilmente le dijo:


- Gregorio: Pues fíjese que, si tengo miedo, pero saco un poco de valor a veces, pero no siempre, hay nos vemos que ya voy tarde para mi casa.


- Anciana: Bueno pues “Goyo” que te vaya bien.


Pasaron unos días más, y aquel hombre iba y venía en el mismo camino en el cual había tenido aquel enfrentamiento, pero hasta el momento no había visto nada fuera de lo normal.  Al siguiente día caminó hasta sus siembras, hizo su trabajo diario, y cuando la tarde empezaba a caer, Gregorio emprendió su viaje de regreso a casa, caminó unos kilómetros y descansó un poco, de pronto empezó a sentir como el cuerpo se le acalambraba, sus pies se sentían pesados, y por si fuera poco le llegaba un olor muy fuerte azufre, éste hombre por experiencias anteriores ya tenía más o menos una idea de lo que estaba pasando en ese momento, tomó un puro de tabaco (habano), lo encendió y jaló un par de veces, y sintió de alguna manera un poco de valor, miro hacia atrás y no vio nada, asimismo vio hacia adelante y vio al mismo animal con la apariencia exactamente igual que a como lo había visto el otro día, solo que ésta vez se veía un poco más furioso, Gregorio dio un suspiro y dejó que el animal actuara como quisiera, pues él estaría dispuesto a enfrentarlo nuevamente, sin pensarlo dos veces el animal se acercó aquel hombre de una manera muy rápida y violenta, entonces Gregorio al momento de tenerlo cerca, lo hirió con su machete en la parte de la espalda, el animal hizo un sonido de dolor muy extraño como si de otro animal se tratase, al mismo tiempo pidió la revancha y nuevamente atacó al hombre, éste hirió al animal otra vez en una de sus patas traseras, dejando manchas de sangre por todos lados, por último el cerdo furioso de lo que le había pasado se dejó ir con toda la furia del mundo y ésta vez Gregorio únicamente le golpeó el hocico con la hoja del machete, que según el golpe le dolió demasiado y lo único que hizo fue salir corriendo por la vereda en donde se encontraba.


Gregorio al ver que dicho ser ya no estaba más en el lugar, se dispuso a seguir su camino hasta llegar a su casa.


Pasó el primer, segundo y tercer día y no vio más a dicha anciana por el lugar, le pareció extraño ya no verla, así que se dispuso a preguntar a fuentes cercanas a la anciana, si la habían visto y que había sido de ella, y alguien le comentó que estaba enferma en su casa y que estaba en cama inmóvil, el hombre muy asombrado por lo que le habían dicho, prefirió ir a donde la anciana para ver si en algo podía ayudarle, finalmente cuando llegó al lugar la anciana le permitió pasar a su casa y platicar un momento y el hombre le preguntó: 


- Gregorio: ¿Cómo está Doña Lencha? ¿Qué le sucedió?


- Anciana: Pues fijate “Goyo” que estoy bien enferma, no me puedo mover porque me duele todo el cuerpo.


Gregorio la vio muy detenidamente y pudo ver que tenía vendas en diferentes partes de su cuerpo, así como un golpe en la cara que no le permitía ver bien a causa de la hinchazón, entonces este hombre unió mentalmente sucesos que habían pasado anteriormente, así como la conversación que tuvo con la anciana hacía unos días.  Surgió en él, entonces una intriga y le preguntó: 


- Gregorio: ¿Y cómo fue que le pasó todo esto Doña Lencha? 

Ella le contestó muy sospechosamente:


- Anciana: Pues fijate que un día de estos salí a buscar leña como lo hacía, y de pronto vi a un animal muy extraño y grande que sin pensarlo me atacó y me dejó como me ves.


Gregorio muy asombrado por lo que le mencionó le hizo unas preguntas y éstas fueron:


- Gregorio: No puedo creerlo, se siente muy adolorida ¿no?


- Anciana: Si me siento bastante mal, eso no se lo deseo a nadie.


- Gregorio: Es muy extraño lo que le sucedió, ¿acaso no le duele una pierna?


- Anciana: Sí… me duele mucho.


- Gregorio: ¿Acaso no le duele mucho la espalda?


- Anciana: Claro que sí, es un dolor espantoso.


- Gregorio: ¿Imagino que la cara le duele aún mas?


- Anciana: ¡Como no tenés idea! “Goyo” 


 Entonces él le muy seguro de lo que había averiguado en ese momento le dijo: 

- Gregorio: Sí, me imaginé que iba a tener toda esa clase de dolores, porque en la forma que me defendí cuando usted me atacó, fue lo mejor que pude hacer para que no resultara herido, yo fui el que le hirió la pierna con el machete, también el que le cortó la espalda y quien le pegó muy fuerte en la cara, dele gracias a Dios que se fue corriendo porque mi intención era no solo herirla.

La mujer al escuchar estas palabras se sorprendió demasiado y quiso evadir lo que Gregorio le había dicho, pero fue muy notoria su cara de asombro y le dijo con una cara sonriente:


- Anciana: Hoy si pude comprobar que tenés el valor suficiente para afrontar cualquier cosa que se te interponga en el camino “Goyo”.

El hombre con un tono de voz tranquilo le dijo: 


- Gregorio: Nunca en la vida hay que hacer alarde que tenemos valor, porque quien quita es todo lo contrario, pero si voy a pedirle un favor, ¡NUNCA MÁS! En la vida me vuelva a molestar de esa manera, porque le puedo asegurar que no correrá con la misma suerte de ahora.

La anciana lo miró fijamente y le dijo: 


- Anciana: No te preocupes, que ya con esto me queda más que claro que tenés valentía y coraje, y ya no sucederá más, pero quiero pedirte un favor también, y es: “Nunca le contés a nadie lo que pasó” esto será un secreto que ambos nos llevemos a la tumba.


- Gregorio: Trato hecho Doña Lencha, no se hable más.


Gregorio estuvo un tiempo más en casa de la anciana, conversando de otras cosas hasta que al final pasó a retirarse despidiéndose de la anciana de una manera cordial.  Pasaron los días, meses y años en que éste hombre volviera a toparse con éste ser en el camino, todo esto hasta el final de su vida…


En honor y memoria de mi bisabuelo Gregorio Lucero 

El Ovejero, Jutiapa.

YO FISCAL GUATEMALA


Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente